Ana Tironi Barrios

 

El secreto de la cultura

Todos hablamos de la importancia de la cultura en nuestras vidas individuales y colectivas; algunos ponen el énfasis en su fomento y difusión , detrás de lo cual está implícito que algunos saben qué es lo valioso de fomentar y difundir; otros, en la creación de audiencias, convencidos que se debe formar desde la infancia, la capacidad de practicar y apreciar la cultura; otros, en el rescate de la diversidad cultural como formas de vida y construcción de identidades; para otros, la clave está en la participación cultural, como práctica que fortalece los vínculos con uno mismo y con los demás.

Por suerte, la cultura no se deja definir de una vez y para siempre, y su principal característica es su movimiento y expansión permanente de sus límites. La cultura es siempre algo más, algo que escapa, como una silueta que nos da la espalda, y hablamos tanto de ella porque sabemos que nos constituye como personas pero de forma un tanto misteriosa.

Son muchos los autores que han dedicado sus vidas a investigar estas formas y a distinguir en ellas cuanto hay de determinación material, de construcción social y de espíritu individual. La cultura, y el arte en general, son siempre espacios en disputa, conflictivos, no bucólicos, y de ahí proviene precisamente su dinamismo. Todas las políticas culturales emanan de esta profunda, necesaria y permenente discusión. Entonces, cuando hablamos de políticas culturales, me parece honesto explicitar siempre, en forma aproximada y nunca definitiva, cual es la visión de cultura que está detrás.

Germán Rey, es un profesor e investigador social colombiano, dedicado a este tema y específicamente al estudio de las políticas culturales en América Latina. Es autor de textos relevante tales como Las tramas de la cultura; Industrias culturales, creatividad y desarrollo; Oficio de equilibrista y La cultura en los tratados de libre comercio. Es también periodista y forma parte de  la Fundación Gabo, creada en homenaje al escritor y periodista Gabriel García Márquez. En una reciente entrevista publicada en la revista colombiana Semana el 28 de septiembre pasado, se refiere al rol de la cultura en el posconflicto que vive Colombia. Pero su aproximación es también válida para sociedades como la nuestra donde los conflictos son más soterrados pero no por eso menos graves y están atravesados por la desigualdad y la falta de reconocimiento del otro.

Con gran lucidez, Rey postula que precisamente en momentos históricos complejos e inestables se requiere fortalecer los canales democráticos de la expresión social, y para ello  es necesario “acrecentar la participación de los ciudadanos en la creación y disfrute de todas las manifestaciones culturales. Y romper el elitismo cultural”. Es decir, en momentos complicados, más cultura, más arte, más estimulación de la creatividad de niños y jóvenes en el contexto familiar, de barrio y escolar. En definitiva, señala, “hay que romper con esa manera distorsionada, que ve la cultura como un lujo y no un derecho. Ella es hoy en el mundo una de las áreas importante de las economías. Pero la cultura es más que eso: es patrimonio colectivo, lugar de encuentro y diferencia, apoyo a la convivencia, forma de expresión”.

Comparto esa mirada que, en definitiva, une indisolublemente cultura con participación democrática, con construcciones colectivas, con diversidad y cambio social.

En Chile, desde la vuelta a la democracia hace ya más de tres décadas, se ha dado un rico debate público tanto sobre la necesidad de fortalecer la institucionalidad cultural como del rol de las políticas culturales en el fortalecimiento democrático y  fueron muchas las instancias de dialogo que surgieron tanto desde el poder ejecutivo, del legislativo, como desde la sociedad civil. Creadores, cultores, organizaciones culturales comunitarias, así como también los propios funcionarios de la cultura y el patrimonio, participaron de este debate que, con diferencias y matices, logró establecer algunos diagnósticos comunes:

1.La necesidad de contar con una institucionalidad que diera mayor peso político y social a la cultura y el patrimonio. Esta mayor fortaleza institucional debía traer aparejado el aumento del presupuesto público destinado a ello.

2.La institucionalidad debía ser capaz de impedir la dispersión de recursos y de fortalecer la coordinación entre las diferentes instituciones públicas y privadas dedicadas a la cultura.

3.Debía fomentar el diálogo permanente entre arte, culturas y patrimonio, en una cadena que promoviera la creación y la identidad.

4.Debía dar cabida a la diversidad cultural, fomentando y visibilizando otras   expresiones culturales, como las  indígenas y de migrantes.

5.Debía hacerse cargo de la necesidad histórica de otorgar mayor visibilidad política y mayores recursos   a la conservación, revalorización y resignificación del  patrimonio chileno.

Cuando revisamos el camino que han seguido las políticas culturales en Chile, surgen dos impresiones. La primera, el reconocimiento por todos los esfuerzos humanos y profesionales desplegados y  por los recursos financieros invertidos,  lo que denota que la preocupación por la cultura no ha estado ausente de las políticas públicas en las ultimas tres décadas.  Pero la segunda,  la falta de evaluaciones sistématicas y pertinentes, en relación con ese impacto de que hablamos al comienzo, en las vidas individuales y colectivas de los chilenos.

En todos estos años han surgido acciones culturales relevantes que se han consolidado en las diferentes áreas de la cultura. Algunos de estos proyectos  han surgido desde la institucionalidad pública y su financiamiento es totalmente del Estado; otros han surgido desde el ámbito privado, aunque también cuentan con apoyo público. Solo a modo de ejemplo  proyectos relevantes como Bibliometro, Santiago a Mil, las Orquestas juveniles, el Fondo Nacional de las Artes –FONDART-, el Teatro del Lago, la Biblioteca de Santiago, el GAM,  Puerto de Ideas,  la Biblioteca Pública Digital, el Museo de la Memoria, los Tesoros humanos vivos, los Centros de Creación (CECREA), Memoria Chilena, los Días De, el Festival de las Artes, las Escuelas de Rock, por nombrar solo algunos.

Me voy a detener en Memoria Chilena un proyecto que conozco bien. Un sitio web de contenidos digitales patrimoniales y una biblioteca digital, alojado en la Biblioteca Nacional de Chile, que en lo que va de este año 2019 ya ha recibido más de 9 millones de visitas, y que ha sido merecedor de premios internacionales que muestran su impacto no solo en Chile sino en toda la región.

Se creo el año 2003 y su inspiración fueron  los sitios entonces a la vanguardia en la incorporación de nuevas tecnologías en el acceso a la cultura, Gallica de la Biblioteca Nacional de Francia y American  Memory de la Library of Congress.  Surge como respuesta ante la baja de usuarios presenciales en las bibliotecas nacionales y la necesidad de dar acceso más amplio y democrático a las colecciones patrimoniales, hasta entonces reservada solo para quienes podían visitar la Biblioteca Nacional.

Desde su formulación inicial hasta hoy, se basa en un trabajo colaborativo e  interdisciplinario donde están presentes literatos, historiadores, informáticos, diseñadores, digitalizadores, documentalistas y bibliotecarios. No sin problemas, se ha ido alineando y articulando con la misión y con el funcionamiento de la institución madre que es la Biblioteca Nacional, convirtiéndose en pieza fundamental en las definiciones de los planes de conservación,  digitalización y difusión de la misma.

Su contenido se articula a partir de temas de la cultura chilena- historia, literatura, arte, patrimonio inmaterial, arquitectura, etc- en función de los cuales se investigan, digitalizan y publican, documentos pertenecientes a las colecciones de la Biblioteca Nacional y otras instituciones patrimoniales. Su programación se realiza anualmente y su definición responde a las solicitudes de los usuarios, a las investigaciones propias del equipo, y al conocimiento que surge de los acuerdos de colaboración con otras instituciones patrimoniales. Memoria Chilena está adscrita a Creative Common, promoviendo el uso libre del conocimiento humano en función de la creación colectiva de nuevo conocimiento.

En resumen: una visión clara frente a un problema como es la baja de usuarios en bibliotecas, la utilización de tecnologías de vanguardia; el trabajo interdisciplinario e interinstitucional; la respuesta a la demanda de la comunidad de usuarios;  el compromiso con la creación de conocimiento colectivo. Los demás proyectos mencionados, con sus diferencias en relación a su ámbito de acción y objetivos, responden a los mismos valores: se han convertido en un “lugar de encuentro y diferencia”, contribuyendo a romper el elitismo cultural y acrecentando la participación cultural.

Haciendo un recuento del estado de la acción pública en cultura en Chile – nueva institucionalidad  fruto de años de debate y reflexión que debe enfrentar un complejo proceso de implementación, políticas culturales instaladas para los próximos años, fondos de cultura institucionalizados, encuesta de participación  cultural de gran calidad, programas relevantes y fuertemente instalados vinculados a los ejes de infraestructura, intermediación y apoyo a acciones culturales locales-  vemos  que están todos los elementos dados para dar un salto cualitativo que posibilite que las políticas y las prácticas culturales cumplan en la vida de las personas y en la sociedad el rol  de colaborar en la creación de sujetos que están llamadas a cumplir.

Me parece que debemos volver siempre a las antiguas preguntas, esas que se vinculan con el sentido; porque nuestro país es pobre, tiene muchas necesidades y por tanto hay que focalizar muy bien cada peso que se invierte en cultura: ¿Cómo están impactado las políticas culturales? ¿ Más allá del cumplimiento formal de los programas? ¿Cómo implementamos políticas culturales que efectivamente contribuyan al desarrollo humano? ¿Donde ponemos el foco y los recursos: en el aula, en las organizaciones, en la formación? ¿Cómo diseñamos e implementamos participativamente los planes de cultura? ¿Cómo hacemos que colaboren de mejor forma el mundo público y el privado en el ámbito de la cultura? ¿Cómo ampliamos y democratizamos el acceso a los fondos de cultura?  En definitiva, y cito de nuevo a Germán Rey  ¿”Cómo acrecentar la participación de los ciudadanos en la creación y disfrute de todas las manifestaciones culturales. Y romper el elitismo cultural”?

www. Memoriachilena.cl

Las tramas de la cultura

Las industrias culturales, creatividad y desarrollo

Germán Rey

Convenio Andres Bello

 

 

 

 

 

 

 

 

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Julio 29, 2022

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