Señora Dalloway

Virginia Wolff

 

La señora Dalloway se levanta temprano a comprar las flores para su fiesta en día de calor del año 1925. La ciudad, Londres, era entonces el centro del Imperio Británico y del mundo.

Probablemente ese era el momento en que el imperio se encontraba en su máximo esplendor. Mientras camina por sus concurridas calle, la señora Dalloway se encuentra con una comitiva real; solo ve una mano que asoma detrás de los cristales del auto. Esa mano, puede ser de la Reina o del Príncipe de Galés, mano gobierna  sobre cerca de  458 millones de personas alrededor del mundo.

Virgina Wolff es capaz, con solo una escena que parece sin importancia, hacer que el lector  se acerque a la esencia del poder. Es una forma femenina de  percibirlo. No explica nada, ni sobre el colonialismo, el imperialismo, ni la casa real; solo se detiene en la gente de la calle, que mira y se acerca a ver que hay detrás de esa mano enguantada.

Es la misma profundidad con que la escritora, en esta obra maestra, se refiere a los daños provocados por la Gran Guerra. No se detiene, ni tampoco explica sus causas ni consecuencias, pero toda la tragedia de la guerra está descrita en ese joven veterano que deambula por las calles de Londres,  Septimus, después de cuatro años de infierno.

Todo esto, el imperialismo, la guerra, está en el aire mientras seguimos a Clarisa, la protagonista, ajetreada con los preparativos de la fiesta. Hay tanto que hacer: arreglar las flores, coser la rasgadura del vestido verde, vigilar la justa cocción del salmón. Podemos sentir junto con ella la belleza de lo doméstico y lo cotidiano y el orgullo que siente de ser la perfecta anfitriona.

El sosiego descendió sobre ella, la calma, la satisfacción, mientras la aguja, juntando suavemente la seda, unía los pliegues verdes y los cosía, muy lentamente, a la cintura. Lo mismo que las olas, que en un día de verano se juntan, se doblan y caen; se juntan y caen”

Solo Virginia Wolff puede develar con tanta belleza aquellas  formas de dominio, sutiles y no tan sutiles; esa complejidad que hace convivir en el alma femenina ese orgullo doméstico con el agobio que  provoca cuando se convierte en confinamiento; la dulzura del refugio hogareño junto con su opresión; esa búsqueda de protección masculina que a veces se convierte en limitación de las potencialidades humanas, políticas y sensuales.  Es esa profundidad y ambigüedad la que hace de esta obra un referente del feminismo

El erotismo, lo doméstico, el  imperialismo, la guerra, la enfermedad, el feminismo, la muerte. Termina la fiesta y por fin Mrs. Dalloway puede descansar después de un día como otro cualquiera.

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Enero 29, 2023

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