Oscar Contardo

No soy bueno recordando argumentos. Ni los de las películas ni los de las novelas ni siquiera el de las crónicas narrativas. En mi memoria lo que quedan no son tramas, o citas, sino escenas, ciertas relaciones entre personajes, sonidos o detalles que escapan a lo explícitamente narrativo. Me ocurre que no podría recitar, por ejemplo, la trama del Arte del asesinato político de Francisco Goldman (Anagrama), pero sí tengo en mi mente la figura de dos personajes sobre un jeep ayudando al narrador en su reporteo y el sonido de los helicópteros sobre la casa de una jueza. La crónica de Goldman, plagada de detalles, es la imagen de un perro fiel acusado de un crimen y la experiencia vicaria de estar atrapado en un mundo absurdo. Cada escena es una emoción  impregnadas de un modo parecido al del olor de la colonia que mi mamá me rociaba cuando niño antes de mandarme al colegio. Volver sobre ese aroma es volver sobre un tiempo al que ese libro me llevó y sobre muchas emociones que se agrupan y mueven velozmente; punzantes y al mismo tiempo fugaces, imposibles de describir en una sola palabra; sensaciones que escapan al cerco de una oración que las definas.

El inicio de la película Bleu, de Kieslowsky, que me persigue cada vez que subo a un auto de noche –no manejo- y siento esa sutil crujidera mecánica, el roce ligero y grave con el tapiz del asiento, la sordina de ir sobre una cápsula móvil atravesando la ciudad. La película Bleu es la historia de una mujer que enviuda luego de un accidente. Debe seguir con su vida y terminar la obra musical de su marido compositor. Ese es el argumento. Sin embargo para mi Bleu será el zumbido de los neumáticos escuchados desde el interior de un auto: la escena aparentemente intrascendente, pero que cobra fuerza a medida que la película avanza hasta convertirse en algo parecido al olor de la colonia de infancia. Me gusta pensar que el director sabía que el sonido del interior del auto era necesario para la obra.

El Orden del día de Éric Vuillard (Tusquets), es otro ejemplo. La novela es un compendio de secuencias de interiores, aparentemente anodinas, pero que en el transcurso de lectura, van tomando otra consistencia. Diálogos oficiales en grandes despachos; ministros acudiendo a reuniones, magnates concertando estrategias.

Una de las escenas descritas ocurre en Downing Street, durante una cena en honor al embajador del Tercer Reich que dejaba Londres para asumir con ministro de relaciones exteriores de la Alemania nazi. Mientras la recepción transcurría, Hitler iniciaba la anexión de Austria. El narrador va detallando las pequeñas bromas de cóctel, las charlas insustanciales recubierta de buenas maneras. Conversaciones sobre tenis, bromas desabridas, sonidos de copas, el chasquido amable de los cubiertos de plata sobre la porcelana. Repentinamente un telegrama va pasando de mano en mano entre los anfitriones. El mensaje alerta sobre los movimientos de Hitler en la frontera austriaca, sin embargo nadie en el salón puede hablar del asunto en voz alta: sería un gesto de mala educación con el agasajado. La etiqueta fatua de repente es una trinchera invisible en la que sólo el embajador alemán se sabe mover con soltura. Después de leer aquel libro, ese tipo de fiestas sería para mi una versión de aquella cena en Downing Street.

Creo que el principal desconcierto que me provoca el concepto de “spoiler”, es decir, arruinarle a alguien una lectura o una película contándole detalles del argumento, tiene que ver con la manera en que me relaciono con las historias que veo en las pantallas o leo en los libros. Para mi no existe “spoiler”, porque el encanto no pasa por una trama, sino por una manera de contarla que le da espesor a la intrascendencia y dibuja los principales secretos en los detalles aparentemente insustanciales. Aquellas minucias irrelevantes que se quedan aferradas a la memoria como una contraseña que cuando se vuelve a leer o escuchar, despierta los sentidos, alerta los recuerdos y nos traslada fugazmente a una dimensión a la vez propia y ajena, el lugar secreto al que sólo los artistas pueden llevarnos usando una trama como señuelo para susurrarnos algo más que eso. Mucho más que eso.

Oscar Contardo
Escritor

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Diciembre 29, 2022

One Reply to “Los paisajes interiores”

  1. Patricia Bruce says: Agosto 10, 2019 at 5:39 pm

    ????????????????????????????????????????????????????????

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